IDENTIDAD DIGITAL
En 2014 se hizo una exposición del CCCB llamada Big Bang Data donde se podía apreciar toda aquella información que se puede obtener debido a los datos que se dejan en la nube. El uso de dispositivos tecnológicos deja una huella digital con nuestra actividad y datos personales a través de redes sociales, páginas que consultemos, apps que usamos. Mar Cabra, en la entrevista para la exposición incorporaba la idea de que, para muchas empresas, instituciones, etc, nuestras vidas pasan a ser archivos de esta gran nube digital. Y, en una época como en la que estamos ahora, considerada la era digital, estos archivos están al abasto del mundo, exponiendo nuestra información de una forma en la que -muchas veces- no somos conscientes. (Os dejo aquí el enlace: http://bigbangdata.cccb.org/en/what-are-you-thinking-what-are-you-doing-what-are-you-feeling-interviews/)
Así pues, la identidad digital es un tema a la orden del día que tiene sus pros y sus contras. Por un lado, es abrumadora la forma en la que el uso de la tecnología nos expone al mundo. Por otro lado, nos abre un mundo de posibilidades y conexiones que eran impensables hace unos años.
¿Cómo gestionamos, entonces nuestra propia identidad digital? ¿Cómo mantener nuestra privacidad sin perdernos la posibilidad que la tecnología ofrece? ¿Hasta qué punto queremos mantener esa privacidad? ¿Se puede realmente desaparecer, borrar nuestra identidad digital? ¿Quién somos en las redes sociales?
Podemos decir que la tecnología nos ofrece casi tantas posibilidades como preguntas.
¿Quién soy yo en las redes sociales?
A día de hoy, no sabría definir mi identidad digital. Vivo rodeada de personas de mi edad que controlan la tecnología como si fuese una parte más de su ser. Lo intento, lo juro, pero no es mi caso. Creo que me definiría como una de esas personas que están, que observan, pero que no participan activamente. Me gusta usar instagram pero solo diré que a mis 25 años nunca he colgado una story. Tengo el móvil a reventar de apps que reafirman mi personalidad dispersa: deporte, lectura, aprender idiomas, meditación, portales de empleo, etc. Lo que se te ocurra, tengo un perfil. Por lo tanto, debo tener una identidad digital de lo más descuidada. Siendo sincera, creo que no quiero “googleizarme”. No cuelgo información personal voluntariamente, pero la acabo dejando en la nube de forma inconsciente.
Personalmente, no me convertiría en una personalidad pública a nivel digital. Respeto a aquellas personas que deciden compartir su día a día en las redes sociales, pero creo que en este caso se prestan a una ciertas situaciones que no estaría dispuesta a asumir. Hace un tiempo, cuando aún se podía salir a comer sin tener que colocarse la mascarilla entre cucharada y cucharada, me senté al lado de dos chicas adolescentes que estaban retransmitiendo en directo cómo se comían unos noodles. Inmediatamente me pregunté: ¿es necesario?
No para mí, pero quizá sí para ellas: es su estilo de vida. Es una elección. Hoy en día, la identidad digital también es parte de nosotros, es nuestra identidad. Es inevitable tener una identidad digital pero, en cierto modo, todavía podemos decir que es aquello que la conforma. Por ejemplo, no usaré twitter si tengo que compartir alguna información personal. Twitter es, en mi más humilde opinión, el “mordor” de las redes sociales. En Twitter todo es criticable y criticado. Recordemos brevemente aquel hombre que decidió donar dinero por una causa social cometiendo el “error” de enviar un Twit a la chica deseándole que le sirviese su donativo y ganándose así un aluvión de insultos porque “es hipócrita donar dinero solo para que te den las gracias” , porque “las donaciones son anónimas sino no es por altruismo sino por protagonismo” o porqué “si te sobra tanto el dinero podrías invertirlo en algo más útil”. A veces, un comentario inocente, sin trasfondo, puede ir acompañado de un sinfín de feedback de personas que ni siquiera conocemos. Puede tratarse de un eco mediático positivo, como los movimientos de blacklivesmatter o metoo. Esto no hubiese llegado a tantos lugares del mundo sin las redes sociales. Pero corres el riesgo de una mala reacción, como la problemática de J.K Rowling por compartir su opinión sobre la inexistencia de las personas transgénero.
¿Quién soy para los demás en las redes sociales?
Siendo consciente de que no podemos borrar nuestra identidad digital, llego a la conclusión de que si podemos gestionarla, moldearla para transmitir aquello que queremos que la gente vea de nosotros: si me van a conocer, al menos que sea como soy en realidad, ¿no? Puedo construir y deconstruir mi identidad digital escogiendo aquello que muestro pero, hasta que punto?
Puede que mi instagram esté vacío, pero aparezco etiquetada en todas las fotos de mis contactos. Esa información está ahí, construyendo mi identidad digital. Donde estás, con quien estás, como vas vestida, como llevas el pelo, etc. Todo es susceptible, todo es información. En las redes sociales, no solo soy lo que muestro, sino lo que la gente muestra sobre mí.
¿Cómo mantener nuestra privacidad sin perdernos la posibilidad que la tecnología ofrece?
Definitivamente, no estoy preparada para responder esta pregunta. Solo puedo decir que la tecnología es una herramienta muy poderosa y que, como todas las herramientas, hay que aprender a usarlas. Defiendo la necesidad de una educación tecnológica que ayude a conocer los peligros y ventajas. En definitiva, se trata de aprender a construir conscientemente nuestra identidad digital.
Se puede trabajar para proyectar nuestra imagen en las redes sociales de forma que nos beneficie en un futuro. Por ejemplo, aprender a potenciar nuestros perfiles de Linkedin para un buen contacto con las empresas, usar Twitter actívamente si se quiere dar la imagen de una línea de pensamiento concreta o visibilizar una temática. La identidad digital, si se gestiona correctamente, pueda dar la posibilidad de crear una imagen o un icono que sea ideal para ciertos trabajos o para llegar a más personas si se quisiese.
Para eso, dejo este vídeo sobre como construir una identidad digital que pueda ser útil para potenciarnos de cara a empresas y a nuestro futuro a través de la tecnología.
Buenas tardes Carla.
ResponderEliminarMe han parecido muy interesantes los temores y miedos que expresas en tu post y, aunque 10 años más mayor, comparto gran parte de ellos.
En mi caso, soy diseñador gráfico freelance desde hace 15 años y mi imagen digital, mi “tarjeta de presentación”, siempre ha sido un aspecto que he querido cuidar. Como profesional, mis clientes o posibles clientes, seguramente me han buscado a mi o a mi trabajo antes de contactar conmigo. Por ello, siempre he querido transmitir una imagen acorde a los servicios que daba. Al principio, por aquello de querer aparentar ser más de los que un joven de 20 años, y ahora, porque necesito demostrar y transmitir estos 15 años de experiència en el sector.
Como tu, siempre he visto las redes sociales con desconfianza, nunca me han transmitido la seguridad de poder controlar todo lo que allí se expone, me di cuenta de ello a los pocos meses de empezar a usar aquella red social nueva, por entonces, llamada Facebook, te suena? Al poco tiempo amigos y familiares me etiquetaban en fotografías y escritos donde yo no quería estar. Me asusté y, por ello, dejé Facebook.
Aunque estoy presente en casi todas las redes sociales (y en otras tantas aplicaciones, como tu dices) siempre he enfocado mi presencia en ellas como un escaparate laboral. No comparto mi vida y, aunque he subido stories, siempre lo he hecho mostrando aquella parte de mi vida relacionada con mi yo laboral, o al menos lo he intentado.
Como verás, compartimos bastantes temores y miedos que existen con el uso de las redes sociales pero creo que, con un uso adecuado, son una herramienta necesaria para informarte, inspirarte, trabajar o socializar.
Por último, me gustaría resaltar un aspecto muy importante que has comentado en tu post, la educación. Creo que la educación debería acompañar y formar a las nuevas generaciones que seguramente, más pronto que tarde acabarán usando estas tecnologías. Pero, creo que donde realmente es necesaria esta educación es en aquellas personas que, como yo, de 30 a 40 años, hemos visto nacer y crecer estas redes sin que nadie nos eduque a utilizarlas debidamente.
¿Cuántos padres han utilizado sus dispositivos móviles para conseguir que su hijo parase de llorar mostrándole vídeos de Youtube? ¿Saben estos padres que han empezado a construir la identidad digital de sus hijos mucho antes de que empiecen a andar?
¡Saludos!